
Muchas personas experimentan una gran dificultad para encontrar pareja. El ser humano es un animal social por naturaleza, tenemos la necesidad innata de estar acompañados por otras personas y establecer vínculos sociales y afectivos. Así, aunque no todas las personas tienen las mismas necesidades afectivas, por lo general tendemos a buscar cariño. Se trata hasta cierto punto de una convención social, y en ocasiones incluso de una solución instrumental; en este sentido, no son raras las parejas que se forman por mera conveniencia, exista o no amor entre ellos. Muchas veces estas relaciones se basan en el miedo a la soledad, la conveniencia económica, o cualquier otro motivo.
La dependencia emocional transforma el deseo en necesidad, y las relaciones de galán se vuelven destructivas. Aun siendo una afirmación obvia, hace falta recordarlo de vez en cuando. Son un claro síntoma de que el deseo se ha convertido en necesidad, y adorar en un tormento. Los dependientes emocionales albergan una gran carencia afectiva y por ello se anulan a sí mismos y, aun siendo conscientes de su infelicidad, se entregan completamente a relaciones de pareja destructivas. Es como si estuvieran enganchados al amor, como si fueran adictos al afecto. Incluso así, los dos coinciden al abalizar las razones por la que florece y las consecuencias que acarrea. El dependiente emocional no nace, se hace; con lo cual, se puede evitar, o en su defecto, resolver satisfactoriamente.
Compendio Consideramos los malos tratos a la mujer como un emergente de las relaciones de poder en nuestra academia patriarcal, y de la expresión de los roles de género que esta sociedad promueve entre los hombres y las mujeres. Analizamos el vínculo de la pareja en la que se dan los malos tratos como una patología del amor, utilizando los conceptos de objeto transformacional de Christopher Bollas y de reconocimiento del otro como sujeto de Jessica Benjamin. Palabras clave: Maltrato a la mujer. Key words: Woman abuse. La violencia familiar es un emergente de las relaciones de poder dentro de la familia. La violencia surge como respuesta a las diferencias entre las expectativas no satisfechas que un género ha depositado en el otro, de ahí que se le denomine también violencia de género.
Serían algo así como parejas enganchadas a las discusiones o al menos, sí muy susceptibles de ellas. De todos es sabido que la base para que una relación funcione es una buena comunicación, por lo que las discusiones sirven en la mayoría de ocasiones, para opinar sobre diversos temas, conocer otros puntos de vista, las inquietudes del otro etc. Pero como todo en la vida, hay un límite, una delgada línea que separa la discusión del ataque personal o de la pelea, y hay quienes no saben diferenciarlo. La discusión cuestiona la opinión o la acción, la pelea cuestiona a la persona, explica a EL MUNDO José Bustamante Bellmunt, psicólogo, sexólogo y especialista en terapia de pareja y secretario general de la Asociación Española de Especialistas en Sexología. Uno de los mayores expertos en terapia familiar y de galán es el psicólogo John Gottman, en la actualidad, profesor emérito de Psicología en la Universidad de Washington EEUU. De este largo trabajo, destacó cuatro elementos que son particularmente nocivos en una relación, y en particular en una discusión de pareja: una ánimo defensiva, bloquear, criticar y especialmente, abominar al otro, porque despreciar a algún significa considerarle inferior a ti, y esto en una pareja, nunca déficit existir. Son muchas las razones que se podían contabilizar pero en dictamen de Arantxa Coca, psicóloga especialista en terapia familiar y de pareja y autora del libro Así eres, así amas, existen dos motivos principales por los que una pareja no para de discutir. El primero es por tener muchas rencillas guardadas del pasado que no se dijeron en su momento y que ahora salen en forma de discusiones. La frustración de una expectativa es otro motivo asiduo de discusiones.