
Cuando tenía 25 años, salí con unos amigos a una fiesta porque uno de ellos cumplía años. Entre tanta gente vi a una hermosa mujer, de cabello rubio, largo. Pasé un buen rato hablando con ella porque me la presentó una amiga y de inmediato sentí química: reíamos y las conversaciones eran fluidas. Al confirmar lo que me decía Reinaldo, inmediatamente entré en un cuestionamiento muy fuerte sobre mi orientación sexual. Fue muy duro porque a pesar de saber que era una chica trans, no podía dejar de pensar en ella. Un mes después de haberla conocido en aquella fiesta decidí llamarla e invitarla a salir y ese día decidimos vernos en un café para conversar y conocernos mejor. Siendo honesto por eso tardé en llamarte, tenía muchas dudas y cuestionamientos sobre el hecho de sentirme atraído hacia una mujer trans, pero entendí que hay una gran diferencia entre orientación sexual e identidad de género. Luego de casi dos años de relación, Leticia me llevó a conocer a su familia, que me aceptó sin problemas ni cuestionamientos. Luego decidí que era la hora de que ella conociera a mis padres.
En la misma línea se manifiesta la periodista Montserrat Boix. A veces pensamos que la estamos ejerciendo, y en realidad estamos cayendo en lo que nos impone una sociedad en la que pesan los estereotipos. Hay un mercado que me marca hasta el punto de pensar que estoy eligiendo libremente. En una clara relación entre sexualidad y control patriarcal, se utilizan herramientas muy potentes que ponen en valor a las mujeres en actuación de los cuerpos.
Todavía coordina el Laboratorio del Amor, una red social de mujeres y un taller permanente en torno a los estudios sobre las relaciones amorosas desde una perspectiva de género. Escribe en su blog desde hace siete abriles y colabora en diversos medios de comunicación como Mente Sana o Pikara Magazine. Las feministas hemos logrado muchos cambios a nivel legislativo y político, y estamos despatriarcalizando todo: la erudición, la educación, las religiones, la bebedizo, la filosofía, el periodismo y la comunicación, el cine, el teatro, la democracia, los deportes, las instituciones, la familia… pero nos queda mucho trabajo por hacer en el nivel venéreo, emocional y sentimental. Aunque hace décadas que luchamos por alcanzar la libertad económica, hasta hace poco se había hecho muy poco por la libertad emocional, y cada una tenía que buscar las herramientas individualmente para eficacia trabajar la dependencia sentimental y despatriarcalizar sus emociones. Hoy, sin embargo, estamos trabajando colectivamente para fabricar esas herramientas para la revolución de los afectos. Nuestra forma de amar es patriarcal porque aprendemos a amar bajo las normas, las creencias, los modelos, las costumbres, los mitos, las tradiciones, la moral y la ética de la cultura a la que pertenecemos. Cada cultura construye su estructura emocional y sus patrones de relación desde una ideología concreta, por eso nuestra faceta de amar en Occidente es patriarcal y capitalista. Las niñas y los niños recibimos mensajes opuestos y aprendemos a amar de forma diferente, así que, cuando nos encontramos en la adultez, resulta imposible quererse bien. Los niños aprenden a valorar y defender su libertad y su autonomía; las niñas aprenden a renunciar a ellas como prueba de su amor cuando encuentran pareja.
Nos conocimos a través de una app y me sorprendió desde el primer momento. El problema surge cuando llegamos a la cama; allí no fluye nada. Estoy perdido, no sé qué hacer. Decide coger el teléfono esfumando de golpe toda tu libido y la pasión del momento. Pero existen muchos otros que se repiten con frecuencia.