Lujuría

Mujeres solteras: Encontrar el camino

La mujeres 597956

Antes decuando se aprobó la Ley de Igualdad de Oportunidades para el Crédito, las mujeres solteras, viudas o divorciadas necesitaban un hombre para firmar una solicitud de hipoteca, sin importar la cantidad de ingresos que obtuvieran. Pero los tiempos han cambiado. Los hombres solteros solo representaron el siete por ciento de todos los compradores. Las mujeres solteras que compran casas constituyen un grupo diverso que incluye madres y mujeres solteras por elección, divorciadas o viudas, tienen prioridades algo diferentes a las de los compradores solteros y parejas. El 56 por ciento de las mujeres dijo que una comunidad con muchas actividades y programas sociales era una prioridad para ellas, en comparación con solo el 32 por ciento de los hombres, dice Mikaela Sharp, consultora de John Burns Real Estate Consulting. Las madres solteras, señala, quieren actividades familiares dentro de la comunidad que puedan disfrutar con sus hijos. Algunas de esas comunidades incluyen una entrada cerrada u otras características de seguridad. Las mujeres que trabajan, independientemente de si tienen hijos, quieren conveniencia para su empleo y para sus actividades, dice Rino, que es una de las razones por las cuales las comunidades con servicios en el lugar son particularmente populares entre las mujeres solteras. Cuando se les preguntó sobre los planes de vivienda futuros, el 22 por ciento de las mujeres mayores de 45 años dijeron que preferían una comunidad con restricción de edad en comparación con el 16 por ciento de los hombres mayores de 45 años.

Cuando Deborah DeHoff se divorció a los 40 años, el impacto financiero no le preocupaba. Ella nunca recibió una mesada ni fue al cine. Se levantaba temprano cada mañana para ordeñar vacas y embalar heno. Después de que su matrimonio terminó, ella persuadió a su empleador a que la ayudara a pagar un título académico.

Anuncios Anuncios Linda Dackman tenía 34 abriles cuando se sometió a una mastectomía. Al principio, soltaba su historia casi de inmediato, con lo que se asustaba a sí misma y asustaba a su acompañante. Poco a algo, llegó a un punto donde época capaz de esperar hasta la tercera o cuarta cita, para hablar de ello sin que su acompañante tampoco ella misma se sintieran molestos. Todavía aprendió a protegerse durante la estación inicial de una relación sexual, mediante el uso de una prenda de seda que le cubriera la faja, hasta lograr gradualmente la exposición total.

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