
Este artículo ya fue guardado Para consultarlo en otro momento, visite su zona de usuario. Artículo guardado Para consultarlo en otro momento, visite su zona de usuario. Aunque pasaron cinco años para que pudiera contar esta historia, ya estoy dispuesta a hacerlo. Mi nombre es Rosmary Jiménez y nací en un pueblito llamado Acarigua. Muchos lo conocen como el granero de Venezuela. Casi todos los días entraba a las 7 de la mañana y a las 6 de la tarde salía de vuelta a mi casa. Llevaba cuatro años realizando mis estudios, estaba en séptimo semestre y solo me faltaba uno para poder graduarme. Pero en el mi futuro quedó en el limbo cuando anunciaron que la universidad debía cerrar temporalmente por la crítica situación de mi país. Ya no había plata ni siquiera para pagarles a los profesores.
Esta es la banda sonora de la lucha y del regocijo. Eso no quiere decir que el género guardia no haya sido discriminado. Al contrario. Estos géneros representan escenas potentes con historias profundas y sonidos muy especializados: los refranes melódicos, rimas candentes y riddims que impulsan el reggaeton; los ganchos acelerados y adictivos del dembow dominicano; la colisión del hip-hop con el folclor congolés y sudafricano en la champeta urbana; la reinvención del rap para hispanohablantes en el hip-hop en español; la honestidad brutal y la chulería del trap latino y el irresistible remix del hip-hop y el Miami bass en el baile funk.